La Unión Europea se mantiene en una crisis política indefinida. La UE está muy lejos de considerarse unos Estados Unidos de Europa, se parece ciertamente a España con las peleas constantes entre comunidades por ver quién tiene más ego. La globalización, que llegó para ser la solución a todos los problemas, está dejando a la vista un sinfín de eslabones débiles por los que atizar al continente, entre ellos, la migración, el gas y la electricidad.
La migración como chantaje
Las oleadas migratorias azotan Europa por flancos diferentes. Llegan refugiados sirios por la parte oriental del continente, en cambio, por el suroeste son refugiados magrebís. Todos con la esperanza de estar en un lugar estable lejos de la guerra y del hambre. Un nuevo capítulo lo escribe el presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko: «Estamos calentando Europa y nos amenazan con cerrar la frontera. ¿Y qué pasa si cortamos su suministro de gas? Recomendaría a los líderes de Polonia, a los lituanos y otros descerebrados que piensen antes de hablar». Lukashenko amenaza con cerrar el gasoducto de origen ruso si Polonia cierra la frontera y no permite la llegada de miles de migrantes. Estos, como es lógico, no están en una situación idílica en la frontera: la comida escasea, el precio de los víveres se dispara y duermen a ras de suelo con unas temperaturas lógicamente frías dada la época del año.
Los países juegan con las vidas de sus ciudadanos y con las de terceros estados con una frialdad aterradora. No fue hace tanto cuando Marruecos abrió la frontera con Ceuta para que 6.000 personas pasaran a modo de presión hacia el Gobierno de España por haber acogido al líder del Frente Polisario, Brahim Gali. España no tensó la cuerda: otorgó 30 millones de euros y permitió el establecimiento de la agencia europea de fronteras, Frontex. Otro caso muy reciente es el de Turquía, que facilitó la llegada de refugiados a Grecia vía marítima y terrestre con la finalidad de obtener mayor financiación por parte de la Unión Europea.
Frontex

Para lidiar con esta situación migratoria, la Unión Europea cuenta con la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex). Un organismo cuya función es la de preservar la libre circulación entre las fronteras de la UE, los territorios involucrados en el espacio Schengen y otros países con los que se ha pactado: Albania, Bosnia y Herzegovina, Macedonia del Norte, Serbia y Montenegro. Además, Frontex es el encargado de gestionar los límites de la Unión: el mediterráneo por el sur, los países nórdicos por el norte y la zona del este. ¿Cómo? Se ocupan de acoger y devolver a los migrantes que llegan a estos límites de manera irregular. Frontex participa en las fronteras exteriores cuando estos países no pueden controlar la situación, como fue lo de Grecia y Turquía, previamente mencionado, o cuando esta supone un riesgo para todo el territorio Schengen.
Lo que sucede detrás de esta agencia es que, por estar financiada exclusivamente por los fondos que asigne la Unión Europea, está obligada a funcionar de acuerdo a los principios europeos, y es aquí cuando el panorama empieza a entrar en conflicto. La empresa ha utilizado métodos que vulneran los derechos humanos como la devolución en caliente o el uso de las balas de goma contra migrantes, lo que le ha llevado a tener más de cincuenta denuncias bajo el brazo. Sin embargo, esto no parece ser suficiente para que se investigue a fondo, sino para que se le otorgue más financiación.
Al final, lo que queda claro es que utilizar vidas humanas como armas diplomáticas es efectivo. Los países interpretan que se pueden abrir fronteras como lo han hecho Marruecos o Turquía para agitar el equilibrio político, aunque otra opción es expulsar a determinados grupos como sucede en Israel con los palestinos. En cualquier caso, la conclusión es que la política se quiebra y la sociedad se polariza. Además, llegan los que aprovechan esta polarización para hacer de esta su guerra u oportunidad, según se vea.
El gas como arma diplomática
Europa es un país con un problema energético severo. No cuenta con las fuentes de energías no renovables suficientes para abastecerse. Bajo esta premisa, por ejemplo, para dinamizar la economía de un país o para calentar los hogares en invierno, se requiere de energía. Para ello, se utiliza gas en lo que antes se usaba carbón porque contamina menos.

El gas utilizado proviene de diferentes lugares: Rusia aporta el 40% del gas de la Unión Europea, siendo Minsk uno de los lugares por donde pasa el gasoducto, el que Alexandr Lukashenko amenaza con cerrar. El competidor directo de Rusia en Europa es Noruega, que abastece un tercio del gas de la Unión. En menor medida, se encuentra Argelia, que suministra al sur del continente. Luego, Irán y Azerbaiyán, a través de Turquía, aportan en mucha menor medida a Grecia.
En el otro lado del mundo, Asia está importando toneladas de gas que se elevan hasta cifras jamás vistas. China, más concretamente, está pasando por una grave crisis energética que ha forzado la reducción de horarios de trabajo de las fábricas y cortes de energía en determinadas ciudades. La altísima demanda de gas de las fábricas del gigante asiático está provocando un encarecimiento del precio en todo el mundo.
¿Por qué las fábricas están apostando por gas en lugar de carbón? La respuesta tiene dos lecturas: la positiva es porque contamina menos. La negativa es que el ‘impuesto’ por emitir CO2 se ha encarecido considerablemente en los últimos meses para apostar por un combustible fósil menos contaminante y eso ha provocado el cambio de paradigma. En este mapa se puede evaluar a tiempo real el carbono emitido por cada país que participa en el estudio. Se informa también de las energías bajas en emisiones del país elegido y qué porcentaje de ellas son renovables.
España en cuanto al gas
La otra gran cuestión que a uno le puede surgir es cómo afectará a España. La respuesta es la factura de la electricidad. Eso sí, se debe destacar que España tiene acuerdos comerciales con Argelia para ser suministrada de gas, actualmente el 40% del requerido.
Resulta, por otro lado, que Argelia es proclive a la independencia del Sáhara Occidental sobre Marruecos y es contrario a la lucha israelita contra los palestinos. Ambas posturas disgustan lógicamente a Marruecos, que cuenta con el apoyo de Estados Unidos, que es por donde pasa uno de los gasoductos con destino a España y que ha sido recientemente cerrado por las tensiones políticas. Sin embargo, el gasoducto que conecta Argelia directamente con Almería se mantiene en funcionamiento e incluso ha recibido una ampliación de flujo de gas para suplir el conducto cerrado a mayor coste. Cabe destacar que no es suficiente para cubrir toda la necesidad española de gas. España también importa el gas vía marítima y en un futuro deberá entrar aún más en un mercado donde China causa terror. Por el momento solo se puede aceptar el precio del gas y esperar a abril, cuando el frío se vaya pasando y el precio baje consecuentemente. Hasta entonces, se puede especular un encarecimiento con un límite impredecible.
La electricidad, dependiente del gas

Que la luz ha subido como la espuma es algo que toda España sabe y, sobre todo, que lo ha notado en su bolsillo. Endesa justifica la subida con diferentes motivos: el primero es el tiempo, cuando hace mucho frío se encienden las calefacciones y cuando hace calor se encienden ventiladores y aires acondicionados para soportar la situación. Todo esto implica una subida de la demanda con su consecuente encarecimiento de la oferta. La segunda razón es que la falta de lluvia, viento y sol provocan que las energías renovables hidráulica, eólica y solar no generen lo que la demanda exige, por lo que el precio se incremente. El último motivo que Endesa ofrece es el contexto internacional, se debe entender que el mercado eléctrico es interdependiente del europeo y cualquier conflicto o posibilidad de este (como el tema de Lukashenko) implica esa subida del precio. Lo que Endesa no explica es que la Unión Europea ha encarecido a máximos históricos el ‘impuesto’ por emitir CO2 y eso se ha trasladado a la factura de casa, según indica Andreu García, consultor del área de Análisis Económico y de Mercados en Analistas Financieros Internacionales (AFI). Lo que pretende este impuesto es incentivar el uso de las energías renovables frente a las fósiles.
Por su parte, el Estado ha bajado el IVA del 21 al 10 por ciento y ha suspendido el impuesto de generación del 7 por ciento hasta finales de 2021 para luchar contra la desmesurada subida del precio y ya se nota en las facturas españolas. De todas formas, el precio lo pone el mercado eléctrico en función de las necesidades de generación de toda la Unión Europea, no solo depende del sistema ibérico (MIBEL).
El gran apagón
Otro conflicto bastante candente es el del gran apagón. Este ha generado una tensa ansiedad social debido a que Austria ha alertado de forma bastante aparatosa a sus ciudadanos con la posible llegada de un gran apagón o blackout. La campaña se compone de carteles, vídeos publicitarios y una web informativa. Suiza ha imitado con menor vehemencia la misma estrategia que su país colindante.
El gran apagón del que se ha hablado largo y tendido en los medios es una situación poco probable según relata Red Eléctrica de España: «no hay indicios de un gran apagón». Asimismo, la posibilidad existe por muy baja que sea, el sistema eléctrico es muy robusto ya que se toman todas las medidas de operación necesarias, pero no es irrompible. Un apagón de este nivel quiere decir que el sistema eléctrico de un país se ha caído, en lenguaje técnico se denomina a cero de tensión generalizado, lo que supondría un caos. Ahora bien, ¿por qué entonces están los austriacos tan alarmados y qué pasaría en España?
La red eléctrica de Austria es una red interconectada y dependiente de las redes de los países colindantes. Esto tiene tanto ventajas como inconvenientes. En caso de un fallo en la generación de la red austriaca, el resto de la red europea podría asumir la demanda exigida por los austriacos. De la misma manera, si fallara la red de sus países vecinos podría arrastrar a Austria a un cero, incluso al resto del continente, pero parece improbable dada la capacidad de generación de toda Europa.
España en materia eléctrica
España es una isla energética. La situación geográfica de la península ibérica hace de este país un lugar más protegido ante esta poco probable catastrófica situación. Primero, porque el sistema de generación español (107.000 MW) tiene la capacidad de duplicar la cantidad de megavatios generados en el pico histórico (45.000 MW), y los algo más de 42.000 MW alcanzados recientemente durante el temporal de Filomena. Segundo, porque cuenta con diversas fuentes renovables y no renovables de generación entre las que destacan la eólica, la solar, la hidráulica, el ciclo combinado (gas), el carbón y la nuclear. La situación geográfica de España, con seis regasificadoras distribuidas a lo largo de su litoral, permite la llegada de gas por barco, por lo que no depende directamente de un gasoducto como sí es el caso de Austria y Suiza, quienes dependen del suministro ruso.
Por el otro lado, España está curada en salud, este mismo verano la red que conecta España con Francia sufrió un corte (una desconexión de todas las líneas) tras la descarga de una avioneta antincendios sobre un doble circuito de una línea francesa. En breves instantes, se abrieron (cortaron) las líneas que unen España con Francia eléctricamente. En ese momento, España estaba importando 2.500 MW procedentes de Francia que dejaron de llegar, pero la demanda requería esos vatios. Los relés del sistema eléctrico español operaron correctamente al desconectar clientes (ejecutar cortes automáticos) en ciertas zonas de toda la península para bajar la demanda y equilibrarla así a la generación. En breves instantes, se abrió (cortó) la línea que une España a Francia eléctricamente hasta que estuvo arreglado el problema y, a su vez, se aumentó la generación española para devolver esos 2.500 MW requeridos al sistema. El sistema eléctrico debe estar en un equilibrio permanente entre la generación y la demanda.
Conclusión
Europa vive en un toma y daca constante en materia geopolítica. Todos los países juegan sus cartas para llevarse las mejores condiciones posibles: más y mejores ayudas, atención, mejores acuerdos… Pero se llega a niveles tan sádicos como el uso de personas a las que se les materializa bajo la despectiva denominación de inmigrantes o refugiados. Estos son utilizados como armas políticas para los distintos personajes polarizantes de la sociedad a un nivel nacional y como partes clave de estrategias mayores a nivel internacional.
De la misma manera, se juega con la población como si de marionetas se tratara. El Gobierno austriaco habla de un gran apagón, los medios españoles se hacen eco durante semanas y arrasan los hornillos, las calefacciones de gas y las linternas de las ferreterías. No sé a qué interés responde, pero su objetivo de marketing ha funcionado, desde luego. De hecho, recuerda a cuando en confinamiento había personas que compraban paquetes y paquetes de papel higiénico con la ansiedad generada por su agotamiento.
Finalmente, cabe enfatizar que la globalización trae consigo un número exagerado de aspectos positivos como de aspectos negativos. Favorece el diálogo entre culturas, el conocimiento compartido, el aumento de oportunidades e incluso ha favorecido a la expansión de sistemas democráticos que respetan los derechos fundamentales de las personas. En cambio, la globalización ha generado una interdependencia que funciona como arma de doble filo: beneficia tanto como esclaviza. Porque Europa depende del gas ruso y norteafricano en un mundo donde China lo quiere a cualquier precio. Algo parecido sucedió cuando Madrid compró un cargamento de mascarillas a China que fue a parar a un mejor postor. Solo urge mencionar que la dependencia no es algo ideal.
Deja un comentario