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‘Tres ataúdes blancos’ de Antonio Ungar

Tengo que confesar que a veces, cuando no sé qué leer, elijo los libros por su portada. Supongo que para gente como yo existen diseñadores gráficos e ilustradores. Hace no mucho entré a una librería sin saber exactamente qué buscaba y terminé comprando Tres ataudes blancos de Antonio Ungar porque la cubierta era rosa fosforito. Sin más. Podría añadirle romanticismo a la historia y decir que este libro y yo estábamos destinados y que alguna especie de aura invisible me conectó con él, pero a quién quiero engañar: solo lo compré por el color. Que hoy quiera recomendarla a mis lectores, si es que tengo alguno, no es solo cuestión de apariencia.

Para ponernos en contexto, cabe tener en cuenta que la trama principal de la novela se centra en la historia de un hombre solitario al que, por azar o por destino, le toca suplantar la identidad de un líder político tras su muerte. La oposición le ha pegado tres tiros en la cabeza a su carismático rival político Pedro Akira, pero los miembros de su partido no quieren que mueran sus ideas y orquestan una mentira para que la gente piense que sigue vivo.

Además de introducirse dentro de una esfera política corrupta que podría representar cualquiera de las políticas latinoamericanas, este planteamiento nos muestra el choque entre dos mundos separados por un abismo: el mundo de los de abajo, de los anónimos, y el de los de arriba. Esto le plantea muchas preguntas al lector sobre las que cabe reflexionar: ¿cómo es vivir una vida que no es tuya? ¿Qué siente el personaje cuando debe dar por muerta su antigua vida? ¿Cómo es ser romper con tu anonimato y que de la noche a la mañana estés en el punto de mira de todo un país?

Estructura

Tres ataúdes blancos está estructurada en 11 capítulos, un prólogo (titulado ”Antes de empezar”) y un epílogo (titulado ”Después del final”), los cuales se dividen a su vez en episodios marcados por cambios de escena o de tiempo no explícitos. El lenguaje es sencillo, pero está lleno de juegos que lo dotan de literariedad. Sin ir más lejos, lo que más salta a la vista es el cambio de tiempo verbal: al comienzo, el narrador expone los hechos hablando en pasado, luego pasa a exponerlos en tiempo presente porque así, como el propio personaje apunta, parece que sigue viviendo esa etapa.

El cambio de tiempo no es algo baladí aunque pueda parecerlo, pues indica que por muchas adversidades que viva el personaje quiere seguir viviendo una vida que no es suya: ¿por qué? ¿Tan adversa o tan solo se sentía en su vida anterior como para narrarla como algo pasado y no querer volver atrás? ¿O simplemente es una cuestión de cerrar etapas y la narración se hace en tiempo pasado porque, aunque quiera, no puede volver atrás? La respuesta la tiene el lector a nivel individual, y eso ayuda a considerar la novela de Ungar una buena obra.

Tampoco es baladí la característica presentación de los diálogos: el autor suele reproducir las palabras literales de otra persona a través de la cursiva, pero llega un punto en el que deja de hacerlo con un personaje concreto y este pasa a ser como una especie de segundo narrador de su propia vida, reduciendo así la distancia entre personaje y lector. Es importante reparar en estas cuestiones porque aportan información que no está explícita en el texto pero que ayuda a conformar el relato.

Sentido

A medida que iba avanzando en su lectura tuve en varias ocasiones la sensación de que aquello que estaba leyendo no se sostenía, que resultaba inverosímil en la realidad que habito, pero supongo que como todos los thriller. Considero que el lector no está al otro lado para hacer juicios de veracidad, aunque sí de verosimilitud, y en un mundo paralelo, en el mundo literario, es posible que alguien suplante una identidad sin que nadie dude. Supongo que es posible que nadie sospeche de que un dirigente político haya sobrevivido a tres balazos en la cabeza y continúe, tras una falsa recuperación, haciendo campaña política para acabar con la dictadura encubierta que acapara el poder. Si en otra realidad es posible, tampoco hay nada que reprochar.

De todas formas sí que me parece digno de mención puesto que quizás forme parte del juego literario y constituya una crítica a la manipulación que se ejerce sobre las masas: si la tele dice que alguien sobrevivió a tres disparos en la cabeza, será verdad aunque a nuestra lógica le chirríe. Al final, una novela es como un viaje a otro mundo paralelo en el que todo es posible si cumple unas reglas básicas de estructuración; que disfrutes o no de ese viaje depende de otros factores.

Siguiendo con esa línea crítica, el propio Antonio Ungar (quien fue, por cierto, Premio Herralde de novela con esta obra en el año 2010) comentó en una entrevista que en su obra plasmaba el retrato político latinoamericano, pero que no la compuso pensando en una figura individual, sino en una figura dictatorial genérica. En mi opinión, qué sentido tiene la novela es lo que menos cuenta en esta ocasión, porque Tres ataúdes blancos brilla por sí misma gracias a su calidad literaria, gracias a su lenguaje y a sus dobles sentidos independientemente de la crítica social que conlleve. Sin embargo, es interesante el indudable carácter satírico que presenta, lanzando ataques sutiles (y no tan sutiles) a una ficticia República llamada Miranda en la que podría verse reflejado cualquier país de América del Sur (puede que incluso de Europa). Es algo a tener en cuenta, pero yo personalmente le doy más relevancia a la evolución del personaje principal y a la necesidad, provocada por sus actos e intervenciones, de querer saber qué hay dentro de él.

La lectura de Tres ataúdes blancos es amena y deja un poso de sentimientos extraños en el receptor. Es una obra que invita a no quedarse solo en lo superficial, sino a ahondar un poco más en el texto, en la construcción de los personajes y, por qué no, también en la sátira del escenario político que se lleva a cabo. Es un tópico eso de que una obra no se completa hasta que el lector pone su granito de arena y rellena ciertos espacios con su interpretación personal, pero creo que, más en esta ocasión, ese tópico está presente.

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